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Norris ya está donde quería McLaren, pero también Verstappen

Norris ya está donde quería McLaren, pero también Verstappen
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Norris ya está donde quería McLaren, pero también Verstappen
Max Verstappen da una palmada en la espalda de Lando Norris tras el Gran Premio de México

Cuando a falta de dos vueltas para terminar el Gran Premio de México, dirección de carrera decidió activar el protocolo de ‘virtual safety car’, se certificaron dos cosas: la primera, que Lando Norris era el nuevo líder del campeonato; la segunda, que Max Verstappen estaba un poco más cerca de ese nuevo líder.

Desde el Gran Premio de Baréin, allá por abril, Norris no era el líder de un mundial que Piastri estaba gestionando con relativa solidez hasta llegar a Bakú. Dos clamorosos errores propios allí, un Singapur con el toque de Norris en la salida -y la promesa de consecuencias para el británico- y un Estados Unidos gris -choque con su compañero en la sprint incluido- del australiano, le han apeado de la cima.

Y mientras tanto, Norris, que parecía haberse hundido tras su cero de Holanda, ha ido discretamente escalando hasta este momento: un punto de ventaja y el futuro en sus manos. Para ser sinceros, justo lo que McLaren quería. O necesitaba. Restaurar su fallo en Holanda -motor- y poner a sus pilotos en igualdad de condiciones. Pero, ¿son iguales?

Han dejado que llegue el piloto más insaciable que se ha visto en décadas. Y eso no lo salvan coches de seguridad virtuales

El preferido de Zak Brown

Los abucheos en el Hermanos Rodríguez al ganador tenían que ver con aquella acción tan distópica en Monza: un error del equipo hace que Norris sea repuesto en una posición que Piastri no había violentado. Orden de equipo clara. Cumplimiento estricto de Piastri. Error de cálculo por el bien de la armonía del equipo.

Que es lo que quiere McLaren, o mejor dicho, Zachary Challen Brown, que sin embargo nunca ha escondido su afinidad -incluso en los negocios- por su pupilo Lando Norris. Si la lucha fuera netamente entre ambos pilotos de Woking, uno podría pensar que es un uno contra uno, libre, puro, deportivo. Prost contra Senna en 1988 -de 1989 nada, y disculpen la comparativa-. Pero hay un tercero en discordia.

Y es que Max Verstappen, que empezó con un difícil fin de semana en México pese a ser una pista que le encaja, acabó cerrando el evento en el podio, y recortando la distancia que le separaba del líder: llegó a 40 puntos, se va a 36. Un pequeño mordisco, pero que no cesa de producirse carrera a carrera.

Sin embargo, en un mundo idílico -el del aficionado a las carreras que sueña con finales explosivos en cada Gran Premio- la situación pudo ser distinta. Si Max hubiera pasado a un férreo Charles Leclerc, serían 33 puntos de ventaja. Si Piastri hubiera adelantado a Ollie Bearman, esos dos puntos extras le permitirían ser todavía líder.

La moral de McLaren

Pero el coche de seguridad virtual a falta de dos vueltas rompió los sueños húmedos de los aficionados y secó el sudor frío en ciertas sillas de McLaren: Lando Norris ganó con mérito absoluto la carrera -sólo George Russell le quitó la vuelta rápida-, y ahora toca gestionar ese liderato. Y aquí viene la cuestión.

Con Max Verstappen y Red Bull en modo ataque y con un coche que funciona, es muy posible que la cúpula de McLaren, ahora sí, empiece a cuidar a su piloto de lanza, que no es sino Norris. Lógico, por otra parte. Pero, ¿nadie va a pensar en Piastri? La realidad es que el australiano ha tenido que lidiar con situaciones poco convenientes para la moral de un piloto, y a McLaren parece no haberle importado.

Así que le toca al lado de Piastri, a su representante Mark Webber y demás allegados, reconstruir al piloto, centrarle en un objetivo no perdido, y ser de nuevo aquél que vencía a Norris en mayor medida que era derrotado. Están bastante solos y se antoja complicado.

El efecto mariposa

Y todo causado por el efecto mariposa de un confuso y polémico coche de seguridad virtual. Cuando en la vuelta tres, Liam Lawson casi atropella a dos comisarios, no hacía falta esta medida -la memoria del accidente de Tom Pryce atropellando al comisario Jansen van Buuren en Sudáfrica 1977, y falleciendo ambos, estuvo presente-. Para la FIA, fue la parada en boxes de Lawson la que provocó la confusión, que se estudiará.

Pero cuando a dos vueltas del final, Carlos Sainz trompeó con el coche roto, circuló en contradirección -¿aun no han sancionado al piloto por ello?- y retiró casi perfectamente el coche, rápidamente hizo acto de presencia. Al parecer, la presencia de fuego lo hizo imprescindible, porque suponía el acceso de comisarios. Esta vez sí.

La seguridad es lo primero, no nos confundamos, pero a veces parece que depende de cuándo y cómo. Y un poco, quién. Porque esa medida impidió un final soñadamente apoteósico que no se produjo. Soñado, pero plausible, porque tanto Verstappen como Piastri son dos de los mejores atacantes de la parrilla. Podría haber funcionado.

Haas, por supuesto, abrazó también la alegría de McLaren por la medida. El cuarto puesto de Bearman supone igualar el mejor resultado histórico del equipo: el de Romain Grosjean en Austria 2018. Así que era para celebrarlo. El británico, que se está asentando bien en la categoría, también firmó su mejor resultado, en parte impulsado por el gran lío inicial, en la salida.

Ahí es donde se forjó la gran victoria de Norris, al que nadie volvió a ver en situación de peligro. El McLaren en sus manos volvió a ser el arma perfecta que parecía haber dejado de ser, mientras que Piastri progresaba, pero sufriendo, como si este coche, desde Bakú, ya no encaje en su estilo de pilotaje.

norris-esta-donde-queria-mclaren-tambienDe izquierda a derecha, Lando Norris, Andrea Stella y Oscar Piastri

Que viene el coco

Qué lejos quedan tipos como Jean Alesi, que cuando Jean Todt le pidió dejar pasar a Gerhard Berger en Portugal 1995, se resistió, el equipo le hizo un juego estratégico para ser superado, y el francés ante las cámaras soltó su célebre: «Todt, me has roto los cojones». Alto, claro y sincero. Piastri calla, quizás más llevado por los insulsos golpes de vaso en la mesa de su mentor Mark.

Ahora, salvo revuelta y afirmación australiana, va a ser un peón en la batalla que afronta la McLaren de Norris contra Max Verstappen. Porque el mundial ya no es una cuestión interna de color papaya, sino que han dejado que llegue el piloto más insaciable que se ha visto en décadas. Y eso no lo salvan coches de seguridad virtuales.

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